El fútbol se juega por plata en muchos barrios de Rosario en Argentina. El domingo por la tarde se enfrentaron «Los Rojos» y «Los Chaqueños» en la canchita ubicada en Pujato y Tarragona, un rectángulo de tierra y césped donde los fines de semana se arman torneos «por guita».
El primero de los equipos está conformado por adolescentes de entre 15 y 17 años. En el segundo hay jóvenes de más de 30. La rivalidad se transformó en «pica» con el correr de los campeonatos y las piernas fuertes dieron paso a la locura: Jeremías, el crack de «Los Rojos», terminó con un balazo.
Jeremías sufrió una fractura en la tibia de la pierna derecha. Tiene yeso y le espera una larga recuperación. (Juan José García)
Cuando Nilda llegó corriendo al hospital el adolescente le contó una verdad a medias. Le dijo que estaban jugando un partido eliminatorio por el torneo, que «se agarraron a piñas», que uno del equipo rival sacó un arma, que disparó «como un loco» y que una bala le pegó a él.
El relato sufrió modificaciones con el correr de las horas. «Decime la verdad que te voy a proteger», le prometió Nilda. Y Jeremías entonces le contó que él fue el blanco del ataque, que un jugador rival, un muchacho de unos 30 años, lo encaró, lo insultó y en el medio de los gritos disparó varias veces al aire. Luego, bajó el revolver y le gatilló a las piernas.
A Jeremías lo trasladaron al Hospital de Emergencia Clemente Álvarez, donde quedó internado en observación, pero no lo operaron. El traumatólogo de guardia le dijo que lo mejor era esperar para ver la evolución de la herida. «Está angustiado, con mucha tristeza. El fútbol es su vida. Ahora por un buen tiempo no va a poder jugar», maldice Nilda.
La canchita del barrio Hostal del Sol donde Jeremías fue baleado. (Juan José García)
Cuando lo balearon, Jeremías estaba haciendo la pretemporada en un equipo de la localidad de Alvear, cercana a Rosario. A partir de marzo iba a jugar en una de las tantas ligas santafesinas, donde se paga mejor que en muchos clubes del Ascenso. Y él iba a destinar parte de sus sueldos a la casa. Es que Nilda lo mantiene a él y a sus dos hermanas, de 14 y 12 años.
Los torneos barriales tientan a jóvenes y adultos, sobre todo en épocas de crisis. Los ganadores suelen llevarse una buena suma de dinero. «A Jeremías siempre lo llaman, lo buscan muchos equipos. No me gusta que juegue porque siempre le pegan. La otra vez le dieron una patada en la columna. Nunca imaginé que le iban a dar un tiro», se sincera la mamá del adolescente.
Nilda y Jeremías durante la nota con Clarín. La mujer pide que se investigue el ataque. (Juan José García)
Nilda tiene un sólo pedido: «Esto se tiene que investigar, tiene que caer el responsable, de lo contrario mi hijo o cualquier otro pibe de su equipo puede terminar en un cajón«.
Fuente: El Clarín